sábado, mayo 03, 2008

Lección Inaugural - Universidad de Piura - Campus Piura - 2006

LECCION INAUGURAL 2006
UNIVERSIDAD DE PIURA

GUILLERMO DULANTO RISHING

"CIENCIA ECONÓMICA: RETOS SOBRE SUS TEORÍAS Y SUS APLICACIONES EN EL PERÚ ACTUAL"


Excelentísimo Monseñor Vice Gran Canciller, Dr. José Luis López Jurado
Excelentísimo Rector Magnífico, Dr. Antonio Abruña Puyol
Dignas autoridades de la Universidad de Piura,
Ilustre Claustro de Profesores de la Universidad de Piura,
Dignas autoridades y distinguidos invitados,
Estimados padres de familia,
Queridos alumnos y ex alumnos,
Señoras y Señores.

Introducción

Agradezco a las autoridades de la Universidad de Piura el alto honor que me han conferido, al designarme para tener a cargo la Lección Inaugural del año académico 2006. Han pasado casi 13 años desde que vine a trabajar a esta Casa de Estudios, y es mucho más, inmensamente más, lo que he recibido que lo que he entregado, por lo cual quedo con una eterna deuda. Quiero aprovechar para agradecer a los profesores Miguel Ferré y Alejandro Balarezo, quienes confiaron en mí y aceptaron que trabajara en el recién creado Programa Académico de Economía, y agradecer también a todos mis colegas y profesores de la Universidad, en especial a los de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, porque de ellos he aprendido mucho.

Mi charla de esta noche, ya que lección me parece muy presuntuosa, trata sobre la ciencia económica, sus retos y su relación con el Perú actual.

La ciencia económica y sus retos

La ciencia económica se considera a sí misma como la más desarrollada de las ciencias sociales. Según Minerva Ullate[1], Doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid, “pretende ser la ‘ciencia de hoy’: invade todos los terrenos humanos, impone sus criterios y exige la reverencia de las demás ciencias sociales”. El uso de un poderoso instrumental matemático y estadístico, y su aplicación en el método hipotético deductivo, la convierten en una ciencia avanzada en la construcción de sus modelos.

Y está bien que este instrumental y este método, sean utilizados en la ciencia económica. En nuestra Universidad, y en concreto en el Programa Académico de Economía, ha existido siempre la preocupación por capacitar a los profesores y alumnos en el manejo de los últimos avances en estas herramientas formales. Sin embargo, -y esto es muy positivo- la ciencia económica se encuentra en permanente debate sobre el uso de sus métodos, la aplicación de sus herramientas, y –sobre todo- la concepción antropológica del ser humano que subyace en sus fundamentos. Es en este último punto donde el debate se hace más intenso. Incapaz de explicar las causas de las enormes diferencias de ingresos en la economía mundial y dentro de cada economía en particular, y por tanto, incapaz de plantear soluciones viables, o por lo menos aproximadas, la ciencia económica trata de regresar a sus orígenes filosóficos para encontrar la respuesta. Orgullosa, y perdida a veces, en sus sofisticados modelos, se terminó subordinando a las matemáticas, para no depender de la filosofía, según comentario de nuestro recordado profesor Juan Antonio Pérez López[2]. Y de hecho, en este tema se está centrando el debate actual.

La ciencia económica moderna como tal, aparece con el filósofo moral Adam Smith, escocés del siglo XVIII, que analiza una realidad previa a las grandes invenciones y a la Revolución Industrial[3]. Pero el análisis económico, entendido como el estudio de las relaciones que se establecen entre personas para proveerse bienes y servicios con la finalidad de cubrir sus necesidades, aparece mucho antes; y es curioso, se encuentra muy unido a la religión y a la filosofía. Los escolásticos, con Santo Tomás de Aquino como el abanderado, logran conjugar el pensamiento aristotélico con el pensamiento cristiano, y explican el funcionamiento de las relaciones económicas, basados en una antropología cristiana del hombre: El fin último de la persona es alcanzar a Dios[4].

Es de notar que los avances que lograron son espectaculares, sobre todo en tres temas: derechos de propiedad, precio justo, y costo de oportunidad, sin incluir la condena explícita a la esclavitud del período anterior. Sobre el primer punto afirmaban: los bienes son de Dios, pero por razones de mejor administración y orden, deberían estar asignados a una persona; en cuanto al precio justo, decían que éste debería ser el que permitiera a la persona vivir y ahorrar; y con relación al costo de oportunidad, se aceptaba que en algunos casos era lícito cobrar intereses por el uso del dinero.

Posteriormente, en la época del Renacimiento, el análisis económico se fundamenta a partir de otra visión antropológica del hombre. Jean Bodino, pensador francés del siglo XVI, sentencia[5]: “la relación del hombre con el hombre, en lugar de la relación del hombre con Dios, es el fundamento de la investigación social”. Así pues, el análisis económico comienza a romper con la religión y, paradójicamente, con el desarrollo de las ciencias físicas y matemáticas; comienza también a sofisticar sus métodos.

John Locke y David Hume, dos economistas (por cierto, aún no se llamaban así en esa época) británicos del siglo XVII y XVIII respectivamente, terminan de romper los lazos con la religión, al cambiar el concepto de persona por el de individuo[6]. Al decir de Miguel Alfonso Martinez-Echevarría[7], Director del Instituto Empresa y Humanismo, el concepto de individuo es el de un adulto, astuto y sin prudencia. La noción de persona es eminentemente cristiana porque hace referencia a las tres personas divinas, cuya clave es la donación, de manera que ninguna se entiende individualista, aislada o egoístamente sino en relación a la otra u otras personas.

Por tanto, la persona en toda su dimensión como tal, con su grandeza, e incluso con defectos y virtudes incluidas, desaparece del análisis económico. Locke en su Carta sobre la Tolerancia (1689), manifiesta: “Para mí el Estado es una sociedad de hombres constituida únicamente con el fin de adquirir, conservar y mejorar sus propios intereses civiles”[8]. Estos últimos eran entendidos como la libertad, la salud, y la posesión de bienes, tales como el dinero, la tierra, la casa, y el mobiliario. Indica que el egoísmo es la fuerza motriz de la conducta humana.

Adam Smith, como buen ecléctico e ilustrado, pero también como filósofo moral, toma este concepto de individuo y trata de ponerle límites a su egoísmo. En sociedad –dice– el individuo modera su comportamiento en la búsqueda de reconocimiento[9]. En palabras de la economía actual, diríamos que dado que la actividad económica es un juego repetido, el jugador no puede perder su prestigio; sin embargo, ¿qué sucede cuando el individuo, sin virtudes desarrolladas, no es descubierto o la sociedad no se entera de sus actos, como muchas veces ocurre? Podría, llevar su egoísmo al extremo, e ir contra sus propios semejantes.

Posteriormente, la ciencia económica, ya en el siglo XIX, se convierte en toda una ciencia, entendida como un conjunto de proposiciones ordenadas y referidas a las relaciones entre objetos, y rompe definitivamente con la filosofía, la cual es retomada brevemente para el debate económico entre marxistas y liberales.

La pregunta ahora es: ¿Debe la ciencia económica retomar su relación con la filosofía? La respuesta es sí. Pero esta relación debe entenderse respetando el campo propio de la economía, que si bien es una ciencia de los medios y no de los fines, lleva ya mucho camino recorrido en su averiguación acerca de la índole, alcance y uso de dichos medios.
La ciencia económica ha desarrollado una metodología muy eficiente y posee un instrumental muy útil; lo que necesita es que los investigadores tengan un conjunto de virtudes compatibles con el concepto antropológico de persona, y que se entienda que la sociedad no es solamente un conjunto de individuos, simples números en el extremo. La filosofía nos puede ayudar mucho en esa conversión. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y ex Vicepresidente Senior del Banco Mundial, nos advertía en su libro El Malestar de la Globalización[10], sobre la facilidad con la que los técnicos del Fondo Monetario Internacional reducían el número de hospitales a construir en un país pobre del Africa, con la finalidad de que éstos ajustarán su Presupuesto Público. En este punto cabe hacer una aclaración, no le sorprendía la reducción del gasto público que, si era el caso, tenía que darse, lo que sorprendía a Stiglitz era la insensibilidad con que se trataba el tema.

La ciencia económica y el Perú actual

En qué puede influir sobre nuestro país una reorientación de la ciencia económica. Veamos algunas cifras sobre nuestra realidad. El Perú es un país que tiene un Producto Interno Bruto (PBI) de aproximadamente 70,000 millones de dólares al año (Chile con casi la mitad de habitantes tiene un PBI aproximado de 95,000 millones de dólares al año), de los cuales el Estado recauda aproximadamente 15%, y de estos montos ya tiene comprometidos 13% en gastos corrientes. Si consideramos que el déficit en inversión pública se estima en 25,000 millones de dólares, y asumiendo que la infraestructura actual no se deprecia, nos demoraríamos 18 años en cubrir este déficit. Por otra parte, con estos niveles de producción, solamente el 28% de la población se encuentra adecuadamente empleada, y 69% se encuentra subempleada. Además, la desigualdad en el ingreso de los agentes económicos nos lleva a que 52% de la población se encuentre en situación de pobreza, y 27% en situación de pobreza extrema. Sin embargo, y para suerte nuestra, el Perú cuenta con ingentes recursos naturales, y una envidiable posición geopolítica en el continente.

Frente a esta situación, la pregunta sería entonces: ¿Cuáles son los temas prioritarios en los que puede aportar la ciencia económica?

Primero, cómo hacer crecer nuestro PBI a tasas de más de 7% anual; y segundo, cómo redistribuir mejor el ingreso generado.

¿Cómo alcanzar el crecimiento económico?

Los planteamientos actuales sobre el primer punto oscilan entre las que podríamos denominar una propuesta neoliberal o una llamada propuesta estatista. Ambas tienen limitaciones: en la aplicación la primera, y en la concepción la segunda. En el caso de la propuesta neoliberal, que se ha venido desarrollando, de una u otra forma, en los últimos quince años en el Perú, podemos decir que se basa en la concepción liberal de la sociedad, y en tres pilares fundamentales: propiedad privada, utilización del mecanismo de precios como elemento óptimo para obtener una eficiente asignación de recursos, y la libertad de las personas. Esta propuesta, enraizada en las ideas de Adam Smith y sobre las cual los marginalistas desarrollaron todo un avance científico, posteriormente ampliado con el desarrollo de la econometría, y su utilización en las teorías de desarrollo económico (que incorporan incluso el concepto de capital humano), falla en un punto importante para su posterior aplicación: presupone individuos, no solamente adultos y sin prudencia (como dice Martinez-Echevarría[11]) sino iguales en sus capacidades y oportunidades, lo que en la práctica no es así. Hablar de mercado y de consumidores que pueden elegir libremente, es una falacia con 27% de pobreza extrema, hablar de mercados laborales eficiente es imposible cuando 77% de los estudiantes que terminan primaria están por debajo de los logros esperados en lectura y comunicación, y 43% están por debajo del nivel básico esperado en matemáticas.

Para que la propuesta neoliberal cumpla con sus objetivos de crecimiento económico, es sobre esta desigualdad donde la ciencia económica debería decir que tenemos que actuar de manera prioritaria. Convertir al individuo en persona, en todo lo que significa como tal, no sólo con las capacidades de aquél, sino –sobretodo- con las virtudes de ésta. Mejor educación, mejor salud y mejores virtudes, deben ser la base de nuestra sociedad, ya que como decía Rafael Termes, ex Presidente de Honor del IESE en Madrid y fallecido el año pasado: “renunciando a la intervención gubernamental de los mercados, podemos y debemos mejorar, desde el punto de vista ético, los resultados del proceso económico de asignación de recursos, perfeccionando el sistema de valores y el sistema institucional[12]”. Recién entonces las políticas económicas neoliberales (no entraremos al detalle de ellas) podrían ser consistentes.

Juan Pablo II es su Encíclica Centesimus annus[13], publicada el 1° de mayo de 1991, expresa que: “La moderna economía de empresa comporta aspectos positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa en el campo económico y en otros campos.”…y que: “hoy día el factor decisivo es cada vez más el hombre mismo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás. Sin embargo, es necesario descubrir y hacer presentes los riesgos y los problemas relacionados con este tipo de proceso. De hecho, hoy muchos hombres, quizá la gran mayoría, no disponen de medios que les permitan entrar de manera efectiva y humanamente digna en un sistema de empresa, donde el trabajo ocupa una posición realmente central. No tienen posibilidad de adquirir los conocimientos básicos, que les ayuden a expresar su creatividad y desarrollar sus capacidades. No consiguen entrar en la red de conocimientos y de intercomunicaciones que les permitiría ver apreciadas y utilizadas sus cualidades. Ellos, aunque no explotados propiamente, son marginados ampliamente y el desarrollo económico se realiza, por así decirlo, por encima de su alcance, limitando incluso los espacios ya reducidos de sus antiguas economías de subsistencia. Esos hombres, impotentes para resistir a la competencia de mercancías producidas con métodos nuevos y que satisfacen necesidades que anteriormente ellos solían afrontar con sus formas organizativas tradicionales, ofuscados por el esplendor de una ostentosa opulencia, inalcanzable para ellos, coartados a su vez por la necesidad, esos hombres forman verdaderas aglomeraciones en las ciudades del Tercer Mundo.”

Es así, que debemos establecer teorías de crecimiento propias sobre nuestra realidad, basados en la diversidad geográfica y cultural de nuestro país. La racionalidad, que se supone similar para todos los individuos en las teorías económicas aglosajonas, es particularmente diversa en nuestros distintos espacios territoriales. Es pues, tarea de los investigadores nacionales y regionales, estudiar y proponer enfoques, que respetando los principios básicos sobre derecho a la propiedad privada, eficiente asignación de recursos, y libertad de las personas, analicen nuestra compleja realidad. Los casos de asociatividad en el agro piurano y de conglomerados manufactureros en Gamarra, nos indican que existe una potencialidad inmensa a la cual le falta un marco institucional, político y jurídico.

La propuesta estatista falla en algo más importante: en su concepción paternalista de un Estado que dirige la actividad económica, y que de manera impersonal busca el bienestar del pueblo. Sus orígen no se encuentran en las teorías marxistas, sino que se remontan a las ideas del inglés Thomas Hobbes, del siglo XVII, en las cuales el Estado, representación de la sociedad, tiene soberanía absoluta para buscar el bien del individuo[14].
Posteriormente, como bien expresaba Leonardo Polo, filósofo español y profesor visitante en nuestra Universidad, el marxismo introduce la idea de que el Estado monopoliza la justificación moral de las actividades sociales, mientras el individuo no es moral (justamente por eso interviene el Estado)[15]. Coaccionar a la persona en la búsqueda de una igualdad utópica, la reduce nuevamente a la categoría de individuo, y puede terminar perjudicando a aquellos que, con la mejor voluntad, pretendería beneficiar.

En la Encíclica "Sobre el amor cristiano" (Deus Caritas Est) del Papa Benedicto XVI, publicada el 25 de diciembre del año pasado[16], se indica sabiamente que: "el Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que cualquier ser humano necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta, no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad, con la cercanía a las personas necesitadas de auxilio." El desarrollo de capacidades en los gobiernos locales y la descentralización de las actividades del Estado son acciones que van en la búsqueda de este objetivo.

Por otra parte, el Estado ha demostrado no ser eficiente asignando recursos, ya que es influido rápidamente por intereses particulares, tal como ha ocurrido en varias épocas en el Perú, y cuya situación fue descrita por Hernando de Soto en su libro El Otro Sendero, bajo la denominación de “mercantilismo”[17].

¿Cómo redistribuir?

Para el caso de cómo redistribuir mejor el ingreso generado, el Perú tiene que ofrecer las condiciones para que la inversión privada se desarrolle, y tiene que definir una estrategia de desarrollo en sectores que generen valor agregado (en otras palabras, que generen empleo) y que tengan mercados en el exterior, a través de una política de creación y mantenimiento de infraestructura, que es la tarea que -este caso- le corresponde al Estado.

El objetivo es crear riqueza, y en sectores que demanden empleo. Hacer que la actividad económica sea un juego de suma positiva, ya que si consideramos que es un juego de suma cero, la redistribución solamente significaría quitar a unos para dar a otros.

Pero sobre todo, como ya se menciono antes, debe convertir a sus individuos en personas, con todo lo que esto implica. Para tal efecto debe mantener los programas de apoyo social, uniendo estos a una verdadera revolución educativa. No hay que olvidar que 750,000 peruanos han dejado nuestra tierra en los últimos cinco años, desilusionados por la situación del país. La generación de empleo es el único medio a través del cual se puede dar ingreso permanente a la población, lo cual no es incompatible con medidas orientadas a tener una economía con rostro humano.

Conclusión

Gracias a Dios, tenemos los recursos y tenemos la experiencia para salir adelante. Una ciencia económica, que manteniendo su avance en el manejo de los medios, regrese a sus orígenes filosóficos, tiene mucho que aportar. Hay que mirar los casos de países exitosos, y contrastarlos con nuestra realidad. Debemos comprometernos todos –personal, familiar, e institucionalmente­– en este esfuerzo de hacer que nuestra sociedad sea trabajadora, virtuosa y solidaria, y que nuestro país sea un lugar digno para vivir. El Perú, se dice, es más grande que sus problemas, y es cierto. Particularmente nuestros alumnos y egresados tienen una misión muy importante: transmitir entusiasmo y esperanza sobre el futuro de nuestro país.

Finalmente, quisiera recordar una frase del fundador de nuestra Universidad, San Josemaría, mencionada en su obra Surco: “Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos[18]”.

Muchas gracias.
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[1] Ullate, Minerva, “Hacia una Teoría Económica más humana: El aprendizaje económico del Homo Viator”, en Revista Empresa y Humanismo, Volumen VI, N° 1/03, 199-217 pp.
[2] Pérez López, Juan Antonio; clases en la Universidad de Piura, Agosto de 1994.
[3] Smith, Adam, “Investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de la Naciones”, Fondo de Cultura Económica, México, 1958.
[4] Santo Tomás de Aquino, “Summa Theologica”, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1956.
[5] Bodino, Jean, “La República”, en Scheifler Amézaga, Xavier, Historia del Pensamiento Económico. Tomo I, Editorial Trillas, México, 1991.
[6] Pérez Salazar, Mauricio, “La genealogía del liberalismo: Una lectura económica del ‘Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil’ de John Locke”, en Revista de Economía Institucional, N° 1, noviembre, 1999, 59-88 pp.
[7] Martínez Echevarría, Miguel Alfonso; clases en la Universidad de Piura, Julio de 2005.
[8] En Hahne Rima, Ingrid, “Desarrollo del Análisis Económico”, Irwin, España, 1995.
[9] Smith, Adam, Ibid.
[10] Stiglitz, Joseph, “El Malestar de la Globalización”, Santillana Ediciones, Madrid, 2002.
[11] Martinez Echevarría, Miguel Alfonso, Ibid.
[12] Termes, Rafael, “Antropología del Capitalismo”, Ediciones Rialp, Madrid, 2001.
[13] Juan Pablo II, “CARTA ENCÍCLICA CENTESIMUS ANNUS” en dirección internet: http://www.vatican.va/edocs/ESL0081/_INDEX.HTM
[14] Hobbes, Thomas, “Leviathan”, en Roll, Eric, Historia de las Doctrinas Económicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1961.
[15] Polo, Leonardo, “Quién es el hombre, un espíritu en el tiempo”, Universidad de Piura, Piura, 1991.
[16] Benedicto XVI, “CARTA ENCÍCLICA DEUS CARITAS EST” en dirección internet: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html
[17] De Soto, Hernando, “El Otro Sendero”, Instituto Libertad y Democracia, Lima, 2002.
[18] San José María Escriva, “Surco”, ADEU, Universidad de Piura, Piura, 1991.

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